Lucha por el Poder

Algo que siempre me ha asombrado, es como afloran las mejores y las peores características de las personas cuando se involucran en una lucha por poder.

Una vez que estos torneos inician, la composición del microcosmos social que los presencia cambia de manera radical, todos se acercan al favorito, pretendiendo granjearse sus favores, sin dejar de cortejar a todos los participantes visibles (por aquello de las dudas) y especulan sobre los posibles “extranjeros” que puedan entrar a la contienda en el ultimo minuto.

En este proceso todas las señales son tomadas en cuenta, así lo mismo da certeza un apretón de manos o derrumba un comentario inocente, se hacen alianzas por debajo de la mesa que solo se respetan si es conveniente, se juega con los sentimientos, se manipulan las emociones, se presiona, se miente, se alimentan los egos hasta reventarlos, se prometen concesiones, se juran nuevas lealtades y se traman terribles traiciones.

En medio de este ambiente carnavalesco y subterráneo que nada tiene que envidiar a las justas de la edad media, hay un personaje que se mantiene en silencio, observando todo lo que sucede a su alrededor, este personaje es el señor feudal, quien a final de cuentas tiene la última palabra, en realidad, el proceso interesante se desarrolla en la mente de este individuo, que en la mayoría de los casos tiene ya una decisión tomada antes de que iniciara el torneo, sin embargo, lo deja seguir por curiosidad, para probar la fuerza del delfín o simplemente para divertirse observando como sus súbditos se matan unos a otros.

Son raras las ocasiones en las que realmente sale un vencedor del torneo que no haya sido el originalmente previsto por el señor feudal, alguien que logre abatir al delfín y alzarse con la victoria. Cuando eso sucede, nace un pequeño señor feudal, que si es sabio, esperara a crecer lo suficiente como para reclamar el trono y si no será apuñalado mientras duerme para tranquilidad del señor actual.

De esta forma, desde hace cientos de años, el juego sigue siendo el mismo, la sangre seguirá llegando al río y lucharemos hasta ser abatidos definitivamente o alcanzar la efímera gloria del Poder Público.