La Novela
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VII.- Contra mi voluntad me hicieron Psiquiatra, pero yo lo que quería era ser Detective.
Siempre he pensado que estoy viviendo la vida equivocada, lo pienso desde que contra mi voluntad me hicieron psiquiatra, pero yo lo que quería era ser detective, aún recuerdo la cara de mi madre cuando le comunique a los ocho años mi deseo de ser Detective, el horror que le produjo el pensar que su hijo quería ser uno de esos Malandrines que salían en las películas, eso, junto con el férreo ejemplo de mi padre en el tratamiento de pacientes sicóticos hizo que finalmente y solo por complacer a mis padres decidiera hacerme psiquiatra.
Sin embargo el destino le reconoce a cada quien su valía y le da a cada quien su oportunidad, así es como el día de hoy, aparece en mi camino de la manera mas extraña me llega la oportunidad de realizar un trabajo detectivesco.
Hace apenas un par de horas, recibí en el consultorio a una nueva paciente, Lucero Rodríguez Calleros, quien venía recomendada por Don Teodoro del Rosal, un prominente político al que conocí hace algunos años cuando comencé a tratar su ahijado e hijo de su hermano gemelo Agustín, quien bajo el efecto de drogas alucinógenas asesinó a su padre y a su hermana creyendo que eran marcianos, aun recuerdo la tragedia con claridad, me parece estar observando a la pobre madre consumirse día tras día, para finalmente morir en la sala de espera del psiquiátrico de Naumburg donde todavía esta recluido su hijo, el único pariente vivo y heredero universal del importantísimo Don Teodoro, esa pobre mujer que fue incapaz de articular palabra después de ser testigo de la tragedia.
El caso es sin duda el más intrigante que he tenido en toda mi historia como psiquiatra, ya que este tipo de pacientes rara vez logran esos grados de psicosis sin que nadie lo note, y mas me sorprendió el saber que una persona tan ocupada y sobria como Don Teodoro se interesara tanto por su ahijado y conviviera tan de cerca con el antes del trágico suceso, recuerdo muy bien que en aquella ocasión el instinto policial innato en mi me había señalado con una alarma que había algo que no estaba yo observando en el caso, sin embargo, nunca, hasta hoy logre percibir de que se trataba.
Ella llegó elegantemente tarde a la cita concertada, una mujer indudablemente hermosa, pero con un aire provinciano muy sutil que invade toda su persona a pesar de la ropa cara y el maquillaje profesional con que se presento. En cuanto la vi llegar supe que ella era sinónimo de “Problemas”, se planto ante mi con una actitud insolente y comenzó a relatarme una serie interminable de fechorías, como si en lugar de ser psiquiatra fuera yo sacerdote y encima de todo al terminar la sesión tuvo el descaro de recordarme el secreto profesional y me lanzó una amenaza directa mencionando la palabra “Acoso”, pero lo que hizo sonar a mi alarma policial no fue eso, ya que aquí he tratado con muchas mujeres como esa, que creen que son dueñas del mundo y no se dan cuenta que solo son una herramienta muy útil en manos de alguien como Don Teodoro.
Al salir de la consulta note con sorpresa que Don Teodoro había mandado a su chofer a recoger a Lucero, hecho de por si bastante insólito, sin embargo, lo que llamó mi atención fue la mirada de Antonio cuando la vio; La mirada de reconocimiento es la mas difícil de disimular ya que en automático te remonta a las emociones que te ocasiona el recuerdo, y es así como en un flash, se proyectan en la cara del individuo que reconoce las emociones que evoca el recuerdo, lo sorprendente del caso es que las emociones que atravesaron el rostro de Antonio fueron tan dispares como intensas, primero un amor profundo, seguido de un odio exacerbado, para después dar paso a la expresión impenetrable que lo caracteriza, lo cual es muy interesante ya que el individuo en cuestión es un caso clásico de personalidad maniaco depresiva con tendencias obsesivas y compulsivas, que permanece al servicio de Don Teodoro, únicamente por que fue el quien lo acompaño a casa de su hermano la trágica noche en que Juventino asesino a su padre y a su hermana, el evento transtorno terriblemente a Antonio, tanto que yo personalmente tuve que atienderlo a petición de su patrón y le doy medicación para mantenerlo controlado.
En cambio ella no lo vio, como no ve a nadie que no le interese, se limito a seguirlo como a un lacayo que le muestra el camino a los invitados del rey en palacio, instantaneamente los movimientos de Antonio, antes taciturnos se volvieron misteriosamente ágiles, no con la agilidad del hombre que busca agradar a una mujer hermosa, se volvieron ágiles como los de un depredador que ha encontrado finalmente a su presa y de el empezó a manar un halo de peligro casi palpable, eso hizo que todas las alarmas de mi instinto policial tan largamente reprimido repicaran en mi cabeza con gran intensidad.
Después de que ambos dejaron el consultorio, le ordene a mi secretaria que cancelara todas mis citas pendientes del día y me encerré en el consultorio a pensar, a tratar de averiguar cual podría ser la conexión existente entre Lucero y Antonio además claro de la obvia de Don Teodoro.
(Capítulo 8) Publicación el 16 de junio, en el blog de Arkadiaz
Frase de enlace para el siguiente capitulo: La Política en la vida real es un juego mucho mas sucio de lo que se puedan imaginar.
Nota: al término de la experiencia la novela completa será publicada en Cuantos cuentos cuentan. Las normas, finalidad del mismo, así como los participantes del juego, pueden encontrarse en De aquí y de allá, blog de Fairywindy.
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