Reflexiones de un Burócrata Iluminado

Diversas Reflexiones, Opiniones, Pensamientos e Historias que acompañan a una vida como la de todos, donde hay luz y sombras, en la que se viven con intensidad los errores y se sufren hasta lo indecible los aciertos.

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Nombre: Raistlin
Ubicación: D.F., Mexico

jueves, septiembre 22, 2005

Lilith IV

Cuarta Parte

No lo puedo creer...
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Mi cabeza da vueltas sin parar, tengo grabada en la memoria la mirada de Lilith, el pánico se ha apoderado de mi, se que me ha descubierto, ahora sabe que no soy mas que un monstruo que se alimenta con los despojos de la sociedad, solo puedo pensar en esa mirada indefinida que no puedo descifrar, en esa mirada que me observa desde el centro del remolino que forman mis pensamientos y siento un enorme vació en el cuerpo a pesar de que mi última victima aun no se ha enfriado por completo.

Mi primera reacción al ser descubierto fue la furia incontrolada, esa furia que se convierte en éxtasis cada vez que tomo una vida para preservar mi existencia, después, la sorpresa al reconocer a la intrusa, seguida por la vergüenza y el orgullo mezclados por ser lo que soy, por la incredulidad de saberme descubierto y al final, lo mas terrible de todo, un vacío inexplicable, la familiar ausencia de sentimientos que era la pauta en mi vida hasta antes de conocer a Lilith; Solo entonces comprendí el alcance del acontecimiento, solo entonces, al verla darme la espalda lentamente sin una mirada de reproche, al observarla alejarse lentamente por la calle sin volver siquiera una vez la vista atrás, solo entonces comprendí lo profundo de mi soledad.

No he atinado a ir tras ella o siquiera a hablarle, no se como explicarle algo que no tiene explicación y observo impotente como se aleja de mi para perderse entre las calles del centro de la ciudad, entonces sin poder controlarlo surge un grito salvaje e inarticulado de mi garganta que revela toda mi frustración al tiempo que me derrumbo como una marioneta sin hilos en el suelo.
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En cuanto ella se pierde de vista, la plaza recobra la vida y varios transeúntes ajenos a mi desgracia pasean alegremente evidenciando aún mas mi perdida, no se cuanto tiempo he pasado aquí tirado, de pronto, siento el caer de un pequeño objeto frente a mi, al levantar la mirada veo que es una moneda que alguien me ha lanzado como limosna, como autómata la tomo entre mis dedos y lo familiar de la escena hace que mi mente se remonte a otro tiempo, al tiempo en el que todo comenzó, al tiempo en el que estaba vivo...

Estoy tirado en el suelo frente al palacio de la inquisición, las capas de mugre se acumulan sobre mi como una segunda piel a la que estoy tan acostumbrado que ya no noto el hedor que despiden mi persona y mis vestiduras, solo se que esa capa de mugre y los harapos que me cubren, inspiran la piedad de los transeúntes para que me den una pequeña limosna.

No supe quienes fueron mis padres o cual fue mi nombre, nunca nadie se dirigío a mi en especial, las personas me observan como una molestia y prefierian dejarme caer una moneda para que no los importunara o los siguiera con la letanía largamente ensayada de "una ayuda para este pobre lépero..."

Así es, soy un lépero, una de esas criaturas sin hogar o trabajo y que habitan la enorme Ciudad de México que con sus casí 300,000 habitantes, es una mteropoli en la que conviven el pasado de los porteadores de a pie, con la modernidad de los carruajes tirados por caballos, una ciudad que se une a tierra firme por cuatro puentes flotantes que controlan escrupulosamente el paso de mercancías y permiten el acceso indiscriminado de prostitutas y pordioseros siempre que haya algún guardián que se cobre el peaje con sus personas, el mismo guardián que se postra ante las monedas de cobre que los grandes señores le arrojan a su paso, sin embargo a mi eso nunca me había importado, nunca había tenido conciencia de mi lugar en la sociedad y para mi era normal el pasar la vida mendingando unas monedas o un mendrugo de pan para simplemente sobrevivir, después de un tiempo, en medio de este mundo salvaje y a base de golpes y humillaciones, aprendí que la mejor hora para mendingar era la tarde, así mis hábitos cambiaron y pronto me volví una criatura nocturna.

Conforme me adentraba en el mundo de la noche, conocí un abuso mas alla de lo imaginable y viví la inseguridad que representa el ser un desposeido, sin embargo al ser ese el único modo de vida que conocía, lo acepte sin cuestionamientos e incluso encontré una salida a la deseperación. El alcohol.

Cuando el alcohol entro en mi vida sentí que era la respuesta a mis oraciones, era una sustancia que me permitía alejarme del mundo y de la realidad, por lo que todo el dinero que recolectaba lo destinaba a comprar alguna bebida embriagante, eso claro si no me lo quitaba alguno de los gandules que ocasionalmente recorrían las calles para despojarnos de las pocas monedas que juntábamos para embriagarnos.

Al cabo de un tiempo estaba tan embotado por el exceso de alcohol y la falta de alimento que vivía literalmente en la oscuridad, juntándome con otros que como yo transitaban la noche en una duermevela llena de extraños sueños y pensamientos, compartiendo con los otros desposeidos el miedo al amanecer, un miedo terrible a la claridad que nos mostraba nuestra miseria, un miedo a sentir que la calle no nos pertenecía y que nos obligaba a huir a las sombras para no ofender con nuestra desgracia a aquellos mas afortunados, miedo de aquellos que con una moneda limpiaban su conciencia y nos relegaban al olvido.

Fue en esas noches cuando comencé a soñar con dios o al menos con un ser al que yo identificaba como dios, un ser que llenaba de temor a los que vivían como yo, que recorría la noche acompañándonos en nuestra miseria sin ser uno de nosotros y que ocasionalmente brindaba paz a algún lépero afortunado.

Transite dentro de esa vida sin futuro y sin esperanza por no se cuanto tiempo, hasta que un día finalmente el dios se acerco a mi y susurro en mi oído, me dijo que mi tiempo había terminado y que tenia ganado el descanso eterno, yo asentí complacido en medio de mi borrachera y al sentir un alivio inesperado quise abrazarlo para agradecer que terminara con mi miseria. Fue en ese momento que vi el verdadero rostro del dios, al instante el pánico se apodero de mi y senti la necesidad de escapar.

Sin saber exactamente como, presa de ese miedo incontrolable, me deshice del abrazo del dios y huí de ahí, no se de donde saque fuerza, no pensaba en nada mas que escapar, la imagen del dios era demasiado aterradora, demasiado real, demasiado poderosa, por lo que corrí sin parar sintiendo su cercania, corri tratando de alcanzar una seguridad inexistente, corri hasta que me desplome rendido frente al palacio de la santa inquisición justo al despuntar el tan temido amanecer.

Después de lo que me pareció una eternidad sentí una presencia frente a mi, resignado, alce la vista esperando encontrar al dios y en su lugar encontré un rostro severo y barbado que me observaba con una expresión indesifrable, quise pedirle ayuda y antes de poder articular alguna palabra me desmaye.
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Continuara...
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